Después de un periodo de inactividad laboral, como pueden ser unas vacaciones de
verano, la vuelta al trabajo se te hace cuesta arriba. Una temporada en la que dejamos apartados los horarios, el estrés, la acumulación de tareas… y vivimos mucho más relajados en nuestro “aquí y ahora”. Todo perfecto, hasta que llega a su fin y nos volvemos a enfrentar a la realidad de nuestras vidas cotidianas.
En el periodo de maternidad, desde que empezamos nuestra “baja por enfermedad” – curioso que tengamos que seguir camuflándolo como enfermedad cuando se trata de un embarazo – hasta que nos reincorporamos finalmente, suelen pasar unos cuantos meses. Muchos menos de los que desearíamos seguro. En el mejor de los casos podemos disfrutar de las dieciséis semanas (que nunca llega a los cuatro meses), además de compactar el permiso de lactancia y vacaciones pendientes, si tenemos algunas. Las leyes actuales en España no ayudan a conciliar para nada. Si decimos que el periodo natural y recomendable de lactancia son 6 meses, por qué la ley se cierra a un periodo antinatural? Si has podido y decidido dar el pecho a tu hijo/a, cómo te lo montas a la vuelta? También hay las o los que se lo piensan mejor y deciden tomarse incluso una excedencia para disfrutar más tiempo de su bebé. Aunque suene utópico: es una vez en la vida. Y es verdad, ese tiempo con tu pequeño o pequeña no vuelve a estar ahí. Cada una decide cómo quiere afrontar esta nueva etapa.
En mi caso, estuve trabajando hasta la semana treinta y siete de gestación, eso sí, tuve la facilidad de poder trabajar desde casa durante el último mes. Así pude cerrar el año con muy buenos resultados en mis proyectos, por encima de lo esperado en todos los casos. Me impresionó bastante cuando mi ginecóloga me dijo que no tenía ninguna paciente que hubiera trabajado hasta la semana treinta y siete, hasta que llegué yo. Y eso que mi ginecóloga es de las que tiene largas listas de embarazadas. Por suerte me encontraba bastante bien. Aun así mi ginecóloga me insistía mucho en que pensara en el último tramo del embarazo, que descansara, que me preparara mental y físicamente para esta nueva etapa. Y cuánta razón tenía! Parar, descansar y preparar todo para el nacimiento cobra especial relevancia. A partir de ahí tienes que focalizar tu tiempo en el bebé y todo lo que se quedó sin finalizar está así: sin finalizar.
Cuatro semanas más pasaron hasta el día de su nacimiento, así que tuve tiempo de finalizar casi todas esas cosas pendientes. A ese mes sumé dieciséis semanas y un mes más por acumulación de lactancia y vacaciones pendientes.
En realidad no todas las madres tienen la suerte de poder disfrutar de este periodo. Me impresionó hablar con madres trabajadoras autónomas que a la segunda semana tenían que estar trabajando para ganarse el sustento, todavía con molestias típicas de postparto, como puntos tirantes, pérdidas de sangre y dolor abdominal. Con lágrimas en los ojos, una madre me contaba como tuvo que reincorporase a la segunda semana, con un trabajo de gran intensidad física y con todas las molestias imaginables, mientras su pequeña se quedaba con otra persona y no solía comer hasta que la madre volvía. Si no compensaba emocionalmente, menos económicamente, ya que la totalidad de su salario iba íntegra para la cuidadora. Nos puede parecer descabellado, pero era la manera de conservar su empleo a pesar del gran esfuerzo a corto plazo. No puedo evitar la inmensa empatía con esas madres que luchan cada día anteponiendo el bienestar de sus hijos sobre el suyo propio. No es algo que elogie ya que debemos ser conscientes de que nos merecemos más de lo que nos damos a nosotras mismas. Aun así me crea gran impresión los límites que podemos llegar a sobrepasar por el bien de los nuestros. Ese amor incondicional que no conoce barreras físicas ni emocionales. Esa fuerza que sin saber cómo, está ahí y puede obrar auténticos milagros terrenales.
¿Quién llamó a la mujer “sexo débil”? Vivid hombres estas experiencias y después hablamos de cómo categorizar a la mujer en su justa medida.
Después de nueve meses de embarazo y esos adicionales de baja maternal, el vínculo que te une a tu bebé es mucho más que físico. Es emocional, mental, hormonal, de absoluta conexión energética. Un cordón invisible pero totalmente real con ese nuevo ser que depende casi exclusivamente de ti. Se alimenta contigo, encuentra protección, calor, cariño. Le das todo lo que necesita y, de repente, tienes que dejarlo con otra persona y reincorporarte al mundo laboral. Ese otro mundo necesario para nuestra sobre-vivencia. Ese otro mundo en el que las mujeres profesionales hemos decidido participar con muchas concesiones. Ese mundo, en el que el equilibrio personal se sienta a juicio y se pone a prueba. Tu mundo, sin más, al que tienes que volverte a adaptar, a continuar, sea como sea, porque eso has decidido.
Ahí entra en juego la otra parte. Esa empresa, ese jefe/a y esos compañeros van a jugar un papel esencial en esta vivencia. Partimos de la base que solemos estar híper-sensibles emocionalmente. El sentimiento de “abandono” de tu bebé suele ser una tónica generalizada en las recientes madres. También las hay que se sienten “liberadas” de poder tener su espacio profesional y no estar las 24 “enganchadas” a su bebé.
Sea como sea esa experiencia, todas las madres con las que he hablado no consideran este periodo nada fácil. De hecho, en mi caso personal, entendí lo que es la depresión post-parto que en mi caso se trasladó a la post-maternidad. A esto le unimos que la vuelta al trabajo no tuvo la mejor acogida, por llamarlo de alguna manera.
Algo de un mes antes de mi reincorporación tuve una de esas reuniones virtuales con mi jefa, localizada en Holanda. Le planteé que con la nueva situación necesitaba buscar fórmulas de conciliación que me permitieran una adaptación más fácil. Así le comenté la posibilidad de reducirme dos horas diarias, es decir trabajar treinta horas semanales hasta diciembre, eso era no más que cuatro o cinco meses efectivos de trabajo.
Esperaba encontrar más comprensión después de más de once años de fuerte involucración, sin horarios, ya que trabajaba muchísimo más de las horas reglamentarias, con viajes frecuentes, proyectos inacabables y gran involucración personal que sobrepasaba la esfera profesional. Ahí me salió el ego profesional, sí. Está claro que esperamos encontrar muchas veces esa “compensación emocional” por los servicios realizados, pero la realidad es que nos situamos en el aquí y ahora. Somos parte de una organización que busca resultados y lucro, ¿acaso lo ignoras? Y ahora me estás pidiendo reducir unas horas de las que son literalmente las reglamentarias y nunca habías ni considerado.
Su respuesta literal fue “let me digest and I come back in two weeks with an answer”. Seguramente no se esperaba que le planteara una reducción. También es verdad que necesitaba ese tiempo para pensar como re-oganizar mi trabajo y mis responsabilidades. Aún así, la híper-sensibilidad de la que hablaba anteriormente hizo que esa frase me sentara como jarro de agua fría. Me sentí herida, sí. Sentí que no empatizaba ni entendía mi situación y, lejos del derecho laboral que tenemos las madres trabajadoras de solicitar una reducción de jornada, esperaba ser más comprendida, más arropada en esta ya difícil decisión para mí. Lo único que quería era conciliar mejor y de una manera temporal no forzar la ya tensa cuerda entre la nueva vida personal y profesional.
Por otro lado, como mujer profesional que disfruta de su trabajo, no quería renunciar a la responsabilidad, los proyectos profesionales y a sentirme valorada por todo ello. De repente me encuentro con una situación totalmente desconocida para mí hasta este momento.
Después no de dos, sino de cuatro semanas – ella siempre ocupada con otros temas, cuando para ti no hay ningún otro (seamos conscientes de la gran distancia percibida del tiempo para una y otra parte) tuvimos la segunda reunión. Yo iba predispuesta a negociar con otras fórmulas más aceptables para la otra parte (decantando la balanza para la empresa, como no, típico en mí) como trabajar más horas y combinarme la parte personal de otra manera, trabajar desde casa algunos días, entre otros.
Sí que me pidió alguna flexibilidad para poder atender alguna reunión importante de tarde o reuniones de equipos de todo el día, de forma temporal, y aceptó la reducción con similares responsabilidades a las que tenía antes. Este día estaba de mucho mejor humor y preparada para darme un discurso motivador. Sin embargo, yo que estaba hiper-sensible, ¿recuerdas? Y atenta a la más mínima señal de tono o lenguaje corporal. Observé que esa sutilidad que no acababa de concordar lo que decía con lo que quería decir.
Sutilmente se me plantea dejar de gestionar al equipo de personas que había llevado hasta ese momento. De hecho, ellos estaban casi totalmente involucrados en un proyecto del que yo no podría aportar mucho técnicamente hablando. Racionalmente y a corto plazo se comprende, aunque después de ese proyecto vienen otros y la disrupción de dejar de gestionar un equipo se mantiene en el tiempo. Por otro lado, según su criterio profesional, la reducción de horario no me permitía gestionar proyectos como antes pero podría gestionar “procesos” -muy interesantes, desde su discurso - del área de compensación para la región que gestiono. Hablamos de futuro a partir del próximo año, otras posibilidades profesionales con una condición “en el caso de trabaje a tiempo completo”. ¿Chantaje emocional? ¿Estamos diciendo que con una reducción de 2 horas diarias, cuando la realidad es que puedes hacer de más y ser más efectiva simplemente por el hecho de estar motivada y que te guste tu trabajo?
Hagamos un inciso para entender qué está pasando aquí. Hablemos de la teoría de la motivación por excelencia “Maslow”. Maslow planteó su marco explicativo sobre la motivación basada en una famosa pirámide que vemos a continuación.
Maslow formula una teoría basada en la jerarquía de necesidades humanas y defiende que conforme se van satisfaciendo las necesidades más básicas (parte inferior de la pirámide), las personas desarrollamos deseos más elevados (parte superior de la pirámide). [ Así sucesivamente hasta que logramos estar en nuestra “cúspide” motivacional.
Ahora contextualicemos mi situación personal-profesional para entenderla en base a esta teoría.
La fisiología en sí ya anda un poco tocada, no descanso muy bien últimamente, mi pequeño se despierta una media de cinco a seis veces por noche (y eso que soy de las que necesito dormir mucho). No entremos en el sexo ahora, eso da para un capítulo completo durante el periodo inicial de la maternidad, ¿verdad? Por otro lado, por suerte, y para eso trabajamos, podemos alimentarnos, vestirnos y adquirir lo necesario para vivir cubrir nuestras necesidades.
Ahora subimos al segundo nivel: la seguridad. La seguridad familiar está fuertemente sostenida en estos momentos, me atrevería a decir que es uno de los focos principales en estos momentos en los que la maternidad está ahí para quedarse: proteger a tu bebé por encima de todo. Ahí se mezcla la motivación con la seguridad en el empleo. Algo que hasta ese momento no me había preocupado, ya que siempre obtuve buenos resultados, los proyectos se implementaron exitosamente y logré resolver situaciones complejas para beneficio de la compañía. Esta nueva situación y la reacción de mi responsable en mi caso, me hace plantearme si realmente cuenta conmigo, si tiene proyecto de futuro este trabajo, si realmente es el entorno en el que quiero trabajar. La motivación en este punto empieza a estar no-cubierta como lo había estado hasta ahora.
Pasemos a analizar el tercer nivel. La ”afiliación”. Como seres sociales y afectivos buscamos una conexión emocional con las personas que nos rodean. En mi caso personal y concreto en estos momentos, me encuentro fuertemente motivada con mi entorno y en especial, con mi familia, mi marido y mi hijo. En cambio, esa correspondencia motivacional no se da en el ámbito laboral, en estos momentos. Ahí hay más que esta experiencia puntual con mi responsable, se da también con los “colegas el trabajo”. Ya antes había tenido algunas diferencias con una compañera del departamento en España y había notado el distanciamiento de las demás. Hablo en femenino porque en este caso eran todas mujeres y lejos de las creencias que podamos tener, hasta entonces habíamos tenido muy buena relación.
Ya durante el periodo de maternidad y, en concreto cuando estuve trabajando desde casa, percibí ese distanciamiento. No preguntarme cómo estoy, no responder a mis mensajes se me hacía muy cuesta arriba. Aun así decidí distanciarme de todo aquello, no valía la pena. No somos amigas realmente, somos compañeras de trabajo y no podemos esperar lo mismo. Sin embargo, es duro aceptarlo. Es duro “soltar” todo aquello a lo que nos hemos apegado y aferrado durante años y darte cuenta que ya no te aporta nada positivo. Suelta, suelta, suelta.
Así decidí dejar de escribirles en el grupo de WhatsApp que tenemos para esperar en vano una respuesta. Las personas que han querido, han contactado individualmente y han estado ahí. Te das cuenta en estos momentos las compañeras que realmente están contigo y te apoyan. Hay que agradecer estos momentos de la vida en la que nos quitamos las caretas y nos mostramos realmente como somos y no como queremos fingir ser. Sin reproches, sin grandes egos, simplemente la realidad es como es.
Conclusión de esta etapa: área de afiliación laboral también tocada. Nos queda menos para el ataque-hundidos ¿verdad?
Pasamos ahora a analizar el cuarto estadio: el reconocimiento. Y aquí sí, la parte laboral para mi jugaba un papel esencial. Por suerte, mi entorno personal me ha cuidado mucho en este periodo y me he sentido apoyada y reconocida en mi nuevo rol como madre. En cambio, no he encontrado ese esperado reconocimiento en mi rol profesional. Todo lo contrario, parece que todo ese éxito del pasado se queda en nada por pedirte unos pocos meses de reducción, ¿verdad? Respeto sí, no estamos tan mal, al menos se me ha respetado mi situación y me han facilitado la reducción (no hay necesidad de entrar en ningún litigio, por suerte). Pero ¿existe confianza? ¿Existe confianza en la profesional que he sido y soy? ¿Existe realmente un proyecto de futuro para mí? ¿Qué me está diciendo esta situación? Voy a mirar más allá, ¿podría ser un mensaje para abrirme los ojos y ver que en esta etapa profesional ya he agotado las puertas que podía abrir y explorar? Puede ser.
Lo vivo ahora sin reproches, empiezo a entender muchas cosas. Quizás estas personas que me está poniendo algunas piedras en mi camino son maestros que me están enseñando algo. Toda situación complicada nos otorga un aprendizaje, nos enseña algo. El cómo lo afrontamos y conseguimos superarlo emocionalmente nos da una lección maestra.
Me ha costado admitirlo pero sí, ya no me encuentro reconocida aquí profesionalmente, quizás llega el momento de investigar otras opciones profesionales.
Toda decisión es respetable. En mi caso particular no me motiva un trabajo cómodo con reducción de jornada, necesito retos y motivación en mi trabajo que haga tener sentido despertarme a las seis de la mañana, dejar a mi hijo y venir a la oficina.
Y llegamos a la cúspide, a la auto-realización. Aquí me doy cuenta que no me siento auto-realizada en mi trabajo como lo había estado antes. Esto no es nuevo, ya que hace cosa de un año acepté responsabilizarme de un área totalmente nueva, fuera de mi “área de confort”, es decir, fuera de las cosas que me gustan y se me dan bien. Hasta entonces me había motivado muchísimo, ya que me permitía aprender aspectos nuevos y llevar a cabo proyectos complejos en países muy interesantes con un equipo de gran valor añadido. Pero los proyectos ya no los gestiono ni el equipo, ¿te acuerdas? Por lo tanto acabo de perder los dos únicos alicientes del cambio de puesto. Conclusión: no me siento auto-realizada en mi trabajo.
Es aquí donde me planteo todo: donde estoy, a dónde quiero llegar, qué es lo que quiero hacer. Todo ello con algo que no estoy dispuesta a sacrificar: la conciliación con mi vida personal. Por lo tanto logro por fin verbalizar: “quiero y deseo un trabajo en el que me sienta realizada, que tenga esos factores que me motivan y me permita llegar contenta a casa y disfrutar de mi hijo y mi familia”. Ya no es tan importante la comodidad de trabajar cerca de casa, tener un horario cómodo (nivel de fisiológico y de seguridad) sino me siento reconocida y auto-realizada con mi trabajo. Lo ves, ¿verdad? Tenemos que parar en ocasiones para analizar lo que queremos, lo que nos motiva, lo que no nos motiva y ponernos a la acción.
En mi caso la acción fue clara: voy a investigar que hay en el mercado, qué otras opciones profesionales me pueden llenar más. Sí, por primera vez en años miro fuera y no dentro de la empresa para tener este cambio. ¿Qué ha cambiado? Tanto yo misma como la situación en general. No hay secretos, no hay antes con tiempos mejores. Sólo hay aquí y ahora, dónde estoy y hacia dónde quiero ir. No cierro del todo la puerta a que se me puedan abrir otras opciones más interesantes en mi empresa pero la impaciencia a ver un resultado y un cambio de trayectoria está ahí.
Después de todo este proceso llega el día uno de mi re-incorporación.
Me levanto temprano, a las 6 de la mañana. Tengo que arreglarme a tiempo antes de que se despierte mi bebé. Ya el día anterior quedé con mi madre para poder llevarlo antes de ir al trabajo. No hablé de ella hasta ahora, pieza esencial de este engranaje. Ella trabaja todavía y hemos llegado a un acuerdo hasta que vaya a la guardería para que se quede ella con el pequeño por las mañanas y trabaje por las tardes. Un “encaje de bolillos” en toda regla.
Me preparo deprisa y cojo al pequeño para ponerlo en el carro intentando que no se despierte. No lo consigo, se despierta, llora y tiene hambre. Buf! Ya llego justa de tiempo con el tráfico que hay por las mañanas. Intento no estresarme, lo primero es lo primero. Dejo las cosas y me siento con él en el sofá. Le doy el pecho mientras voy mirando el reloj. No pasa nada, pienso, es el primer día y si llego tarde lo entenderán (eso creo). Finalmente se queda tranquilo y lo pongo en el carro. Por suerte, Álex, mi pequeño se suele despertar de muy buen humor y me sonríe mientras lo ato al carro (esto compensa todo lo demás, hace que todo valga la pena). Bajo hacia el coche, sorteo escaleras con cuidado para no darle mucho movimiento. El pequeño ya pesa más de 6 kilos y con el capazo del coche se debe ir hacia los 8. Esto con el ordenador a cuestas, la bolsa con su ropa…son unos cuantos más. Y todo con cuidado de no darle ningún golpe ni movimiento brusco a él, que es lo más importante, a fin de cuentas. En este momento no pienso en mí, creo que incluso si me doy un golpe yo misma, no tiene importancia. Él y el trabajo sí que son importantes para mí en estos momentos. Pongo la sillita en el coche y dejo los bártulos en el suelo. Ato la sillita reglamentariamente al asiento, por suerte con esto ya tengo práctica. Y acabo de meter todo en el maletero, ruedas del carro incluidas. Repaso todo mentalmente: llevo al niño, pañales, biberones, carro, ropa de repuesto, baberos, juguetes, chupetes…no me dejo nada. Llevo el ordenador para el trabajo, el cargador, la libreta de notas, ok. Llevo el bolso, los móviles y la tarjeta de entrada de la empresa. Perfecto, puedo irme. Así entro en el coche y conduzco a casa de mis padres. Aquí vuelvo a encontrarme en el grupo de las afortunadas, no tan sólo que pueden contar con ellos para echar una mano con los nietos, sino que vivo escandalosamente cerca, a unos cinco minutos en coche. No es casualidad, por supuesto. Ya me ocupé de buscar una casa que estuviera cerca de ellos, teniendo en mente que esto me ayudaría en el momento que tuviera hijos. Por supuesto que me gustaría vivir más cerca de la playa o en otro lugar con más servicios, pero prioricé la localización y un lugar agradable donde poder vivir y criar a mis hijos, ¿he hablado en plural? Pues sí, me gustaría tener algún otro, pero ahora no me pre-ocupan otras cosas.
Sí, iba por lo que vivía cerca. Aun así el tráfico de las mañanas hace del trayecto habitual de los cinco minutos, se conviertan en unos quince. Quince de ida, y unos veinte más de vuelta hacia el trabajo. Eso también, trabajo cerquita de casa ahora. Me pedí un cambio de centro que me fue aceptado un año atrás. Incluso ya antes de quedarme embarazada. Aproveché una promoción al nuevo puesto para “negociar” una parte de compensación personal de trabajar más cerca de casa. Ahora puedo disfrutar de ello en esta nueva etapa. Antes, perdía más de una hora ida y otra de vuelta en ir y venir a Barcelona cada día. Ahora ese tiempo lo puedo dedicar a disfrutar de mi hijo. El tráfico de las horas punta, sin embargo, enturbia esta maravillosa cercanía ya que convierten un trayecto corto en bastante más largo en el que te tienes que armar de paciencia para entrar y salir del polígono.
Sí, he dicho “polígono”. He cambiado el “glamour” de trabajar en las oficinas centrales de Barcelona por estar en una planta en un polígono, sin tanto glamour, pero mucho más tranquila y cerca de casa. He cambiado los zapatos de tacón por un chaleco reflectante de seguridad. Ahora mismo eso me compensa mucho más. Podríamos decir que es lo único que en esto momentos me motivan a continuar aquí. De todas maneras pesa mucho más esa parte alta de la pirámide. Como mujer profesional, no voy a sacrificar eso por trabajar cómoda y cerca de casa. Por naturaleza me gusta trabajar fuera de mi área de confort, con retos y experiencias nuevas, donde pueda aportar y aprender. Cualquiera que me conozca sabe que es así, por eso quizás más, dudo que mi jefa no lo haya querido o haya sabido ver, ¿o quizás sí, y es intencionado? Quizás lo podré saber en el momento que le plantee una salida.
Llego a la planta, donde está mi puesto de trabajo. Pero no hay puesto de trabajo físico todavía. Después de un año y cinco meses de baja de maternidad, no hay podido organizar un sitio físico. Con la dificultad que por motivos de confidencialidad de mi puesto mi sitio debería estar cerrado y no compartido. Aun así no han organizado el puesto. Ya me enteré de esto antes y conozco algunos aspectos del bloqueo, entre ellos de aprobación de presupuesto, pero sobre todo, personales. No ha habido facilitación, digámoslo así, de mi compañera de España que debía organizarlo. Aquí no entraré en todas las evidencias y personas que me explicaron durante el periodo de mi baja las acciones en contra de que estuviera situada en esta planta. Algunas racionales pero muchas otras emocionales y personales. ¿Qué le habré hecho yo, pensé? Si sólo quiero trabajar tranquila y estar algo más cerca de casa para poder conciliar mi vida. Me puse a dar vueltas y vueltas a esta situación. Me despertaba desconcierto, indignación, desasosiego, hasta que solté, aparté mi energía de este asunto y entendí que esta era literalmente la “patada” que necesitaba para volar de allí y volar más alto, donde me sintiera en ese estadio de auto-realización personal.
Así estoy, sin puesto físico, llego a la planta, me identifico ante el guardia de seguridad. Comprobamos que mi tarjeta, después de tanto tiempo y de mudarme de centro funcione en la máquina de entradas. Tenemos suerte y funciona. De hecho, anterior a mi baja había trabajado en algunas ocasiones en los centros de producción, así que mi tarjeta estaba operativa para ello. Entre las dificultades de entrada no me habían sumado la de desactivarme la tarjeta, eso se les habrá pasado, pensé. Menos mal que soy de pensamiento positivo, otra persona ya se hubiera hundido con la mitad de estas dificultades, estoy segura.
Así llego y, como conocía bien la planta, me dirijo a una de las zonas nuevas donde hay espacios suficientes para poder situarme temporalmente. Así que me dirijo allí y hablo con el responsable del departamento. Anteriormente habíamos tenido muy buena relación profesional, cuando trabajaba más focalizada en España y había impartido cursos a los managers, él había participado muy activamente y había puesto en práctica muchas buenas acciones con su equipo. Le planteo mi situación en la que me encuentro temporalmente sin puesto físico hasta que aprueben el presupuesto y se pongan a adaptar la oficina donde estaré situada. Cuál es mi sorpresa cuando amablemente me dice que allí no hay espacio y que la sala de reuniones la necesitan para reunirse con su equipo. No me plantea ninguna opción, ningún rincón o mesa vacía – que hay varias a simple vista. Esto me duele, no puedo evitarlo y me hace plantearme seriamente ser persona “non grata”. ¿Qué ha cambiado en esta situación cuando él siempre fue amable y facilitador de soluciones? En el momento que algunas personas dejan de apoyarte, parece que fácilmente se pasan otros al bando “ganador” en deprimente del “perdedor” que se queda aislado, ¿suena a “moving” laboral verdad? Sólo de pensarlo se me ponía los pelos de punta. No pude evitar, en ese momento, y pese a mis grandes dosis personales de positividad, sentirme muy, muy triste. Otra vez, no pedía una compensación total por parte de la compañía, pero sí un poco de compañerismo, un poco de empatía por la otra parte. Una frase amiga, un “tranquila, puedes ponerte aquí por un tiempo”, alguien que facilitase el proceso, hola ¿hay alguien ahí?
Aun así, no soy una persona que se dé por vencida fácilmente. Tengo gran tolerancia a la frustración y me recupero pronto, con fuerzas renovadas. A veces me sirve dormir y despertarme con energía nueva. En esa situación, no podía dormir porque tenía que solucionarlo. Secándome la lágrima que se me había escapado sin quererlo, me dirijo a otro departamento donde hay un compañero que antes había estado en la oficina de Barcelona como yo. Le planteo la misma situación. Su reacción es totalmente distinta. Me concede su ayuda desinteresadamente. Me ofrece sentarme allí con él, tiene una mesa contigua y me plantea solamente unas situaciones puntuales en las que otros compañeros van a necesitar la mesa. No hay problema, busco solución puntual también para poder cambiarme a una sala de reuniones, en su caso.
No sé si él era consciente, pero me acababa de alegrar el día y ofrecerme esa mano amiga que tanto necesitaba en esos momentos. Estaba viviendo en mi propia carne la “no acogida”, el “no soporte” por parte de la compañía que, unido a mi situación personal, perjudicaba mucho más la situación.
Le miré a la cara y sinceramente le dije “lo que estás haciendo por mi hoy, estoy segura que tendrá una recompensa futura” y no me refería a nada económico. Él sonriente me respondió, medio en broma, medio en serio “eso espero”. Creo que la teoría del “Karma” ese boomerang que lanzas siempre vuelve a ti, en sentido negativo o positivo, dependiendo de la intención de tu acción. En su caso este es positivo y se me ha quedado tan marcado que descuida, cualquier oportunidad que tenga para devolverle esa acción, sea en otra acción o pensamiento, lo haré. No sé todavía cómo, pero así será.
Ironías de la vida, las dos personas se llaman igual. Su actitud y su comportamiento fue totalmente contrario, un ying-yang, un bloqueo y un ángel curioso de mi primer día. ¿Qué mensaje puedo extraer de eso? ¿Qué aprendo de esto? Yo ya he extraído mi propio aprendizaje, ¿qué piensas tú?
Cuando finalmente me logro situar, conectar el ordenador y ponerme en marcha, el primer correo electrónico va dirigido a mi jefa y mi compañera de España. Les comunico que estoy aquí y básicamente que me he espabilado para encontrar un lugar temporal. También les recuerdo a ambas que se debe aprobar la orden del pedido y se adapte el puesto para que me pueda situar en la mesa definitiva. Veo a mi jefa conectada por el chat de empresa, también le escribo con una frase amable, no recibo respuesta. No recibo un “buenos días” un “bienvenida”, “hablamos en unos días”, nada. Quizás ella no sea consciente de esta parte, para mi esencial después de haber estado cinco meses fuera y desconectada. Después de la montaña rusa emocional que es pasar por un embarazo, un parto, un nacimiento y un cambio radical de vida. No pido tanto, sólo un saludo, un mínimo de directrices en esos momentos.
Por suerte en la reunión que comenté anteriormente, esa que pasó un mes y medio antes de mi reincorporación, me comentó algunos temas en los que tendría que trabajar. Así que me puse a ello. Siendo de otra manera podría haber cruzado los brazos, dedicarme a mirar internet y esperar instrucciones. Pero yo no soy así y además me considero profesional y autónoma suficientemente como para poder avanzar sola sin supervisión. Eso no quita que necesite chequear que estoy tomando la dirección correcta, que necesite un mínimo de visión, hacia donde ir y qué se espera de mí. Estamos hablando de una situación totalmente diferente: cinco meses fuera y Maria José, ya no es la misma que era, su situación tampoco y seguramente sea mucho más crítica, sí, así es relativizar y tener tiempo para pensar en las causas y las consecuencias de tu situación. Acaba el día y le escribo un email sin respuesta a día de hoy en el que le solicito información para poder realizar lo que “creo que se espera de mi”.
Con todo eso, no dejo de pensar en mi pequeño, ¿cómo estará? Pasan unos minutos y recibo una llamada de mi madre. Me comenta que el niño no quiere comer nada.
El pajarillo ha cerrado el pico – me dice.
¿No come nada de nada? – le pregunto.
Para ponerte en situación, con cinco meses recién cumplidos, además de leche materna le estaba complementando con leche de fórmula y acabábamos de iniciar los cereales y la fruta. Aunque ya hacía una semana que el biberón no lo cogía muy bien, los cereales y la fruta los estaba comiendo bien.
Nada de nada – me confirma mi madre
Pero como se encuentra, ¿está bien? – vuelvo a preguntar con preocupación.
Eso sí, juega y está activo, pero no quiere comer nada.
Bueno…, son seis horas al final. Por lo menos que beba agua no se vaya a deshidratar – respondo con más preocupación.
Sí, tranquila, le voy dando agua de vez en cuando…
En fin, si puedes sentir un ápice de lo que sentía yo en ese momento. La idea de “qué hago aquí, mi hijo me necesita” me rondaba la cabeza. El sentimiento de impotencia, desmotivación y desconcierto se incrementaba. Ahora sí que entendía a todas esas madres que dejan de trabajar para estar con sus hijos. Se me pasa por la cabeza renunciar a todo y ser una más de ellas. Pero enseguida me tiro atrás, yo no podría dejar mi profesión, de hecho me gusta y disfruto de ella. Llevo años de preparación, aprendizaje y esfuerzo para lanzarlo todo por la borda.
No recordaba un día tan largo como ese en mucho, mucho tiempo. Ese día a las 2 en punto de la tarde, sí, “solté el boli” como se suele decir, de hecho, apagué el ordenador y me fui rápidamente a donde debía estar, a lo que importa. Ese día cerré y decidí mucho más de lo que me pensaba en esos momentos.
Dos semanas después, a principios de julio, tuve la oportunidad de tener mi primera reunión con ella. Fue clara con ella desde el principio y les resumí como me sentía y qué habría esperado de esta situación por su parte. Ella se disculpó y excusó con el exceso de trabajo, por una parte y por el hecho de no querer avasallarme con temas a mi regreso. Dos semanas para ella quizás no era tanto tiempo, la percepción para mí de este tiempo fue eterna y la desmotivación todavía más acusada. Hablamos del problema del puesto físico y se compromete a solucionarlo “asap”, lo antes posible. También de la ausencia de motivación por las tareas que estoy trabajando. Me propone seis nuevos mini-proyectos, si podemos llamarlos así, o nuevas tareas para ir trabajando. Me siento un poco como un ratón que pide más queso, aunque esté algo rancio, y se lo dan con la promesa de recibir exquisito queso manchego el próximo año. Ella es amable en todo momento, eso sí. Siempre podría ser peor, si nos paramos a comparar. Sigo en mi positivismo y concluyo que estoy aquí de paso, ya no disfruto del camino y no quiero ver el fin, por lo tanto, decido estar lo mejor posible y focalizarme en estas nuevas tareas.
Es ahí donde decido pasar a la acción: actualizo mi currículum vitae y comento con algunos conocidos de confianza mi intención en cambiar mi situación profesional. Así surgen inmediatamente dos oportunidades laborales empresas que había tenido en mente como lugares en los que me gustaría trabajar. ¿Casualidad? ¿Justo ahora? Definitivamente no creo en las casualidades, pero si en las causalidades causa-efecto, combinadas con el factor temporal en cada momento. Sea como fuere surgen éstas. Y no sólo surgen que sólo aplicar a las ofertas me llaman, no de una, sino de las dos durante la semana siguiente.
Cuál es mi sorpresa que de la primera empresa, para mí un referente del mercado en un sector dinámico e innovador me comentan que tengo un currículum muy interesante y que quizás el puesto se me puede quedar pequeño. Peque ¿qué? Si no tienes ni idea de lo desmotivador que es mi puesto actualmente, pensé. Sí, hablamos de 2 semanas sólo pero en mi caso parecen dos años de desmotivación. ¿Impaciencia? Puede ser, pero he vuelto con ideas claras y con necesidad de retos que me motiven.
En estos momentos he pasado tres entrevistas y estoy como finalista de esta oferta ¿qué pasará? Sea como sea sí que he disfrutado del proceso, aprendido y me encantaría poder tener esta oportunidad para tener una nueva experiencia, en un sector totalmente. Lo que más me ha llamado la atención, al margen del prestigio de marca de la empresa es que se valoran tres elementos que para mí son claves: creatividad, innovación y positivismo. Sí, señor, así me considero y “me consideran otros”. Me planteo otra pregunta, ¿esos valores se consideran importantes en mi empresa y en mi puesto actual? Pues la realidad es que no todo lo que me gustaría.
Sí, tenemos que estar alineados con los valores de nuestra empresa. Tendríamos que poder aportar nuestras competencias propias para, al final, poder mejorar el resultado y los objetivos de la compañía. Sea una empresa privada, pública, una ONG, incluso propia, todo debería estar alineado en una misma dirección.
He descrito con gran detalle de sensaciones, emociones, sentimientos, pensamientos como viví esta experiencia. Importante decir que es “mi experiencia” y que seguro que las otras personas que menciono, habrán tenido su percepción propia de todo este asunto. Lejos de querer herir o perjudicar a otros y lejos de sentirme perjudicada personalmente, extraigo mis propios aprendizajes de esta experiencia:
La maternidad no puede ni debe ser infravalorada, es un periodo de máxima sensibilidad en la vida de un mujer.
Las empresas deben hacer el ejercicio y diría el procedimiento específico para facilitar la re-incorporación después del periodo de maternidad. Por qué no, también para facilitar a personas que han estado de baja de enfermedad, entre otras.
El papel del responsable es esencial y el departamento de Personas debe crear el proceso para que sea consciente de este rol.
No podemos evitar la dificultad emocional de una madre a su vuelta laboral pero sí podemos “arropar” su vuelta. El entorno de esta madre o padre, no vamos a discriminar, debe ser consciente de su papel también.
Proactivamente, por parte de la dirección de la empresa o RRHH se debería llamar a la madre, con un mes de antelación para ver cómo está la madre, el hijo/a y chequear que el proceso de vuelta está en marcha, que se está hablando con el responsable. Responder dudas o inquietudes con una atmósfera relajada. Transmitir tranquilidad y no lo contrario.
Estar atentas a dificultades y bloqueos, ¿qué te están diciendo sobre ti y sobre esta situación?
Como madre profesional la conciliación es esencial, ¿en qué ayuda la empresa a que sea una realidad?