Pocas experiencias vitales marcan tanto en la vida como la de ser madre.
Por supuesto ser padre es toda una experiencia y, en cierta manera, también viven la mayor parte del proceso, las emociones y los cambios de vida. Aún así, creo que coincidiremos que la maternidad abarca muchos otros aspectos que vale la pena destacar.
Todo lo que hayas vivido, te hayan explicado, hayas podido leer, o ver en una película será insignificante en comparación a tu propia experiencia. Cada una lo vive desde su propia individualidad, en el que todo sentimiento, pensamiento, acción no debe ser juzgado ni evaluado, no va a estar mal ni bien, va ser el que es: el tuyo propio. Tampoco hay que juzgar si una mujer, libremente, decide o no tener descendencia. Totalmente respetable es nuestra opción personal de decidir lo que queremos en nuestra vida y no de recrear lo que la sociedad “espera de nosotras”.
Y en ese instinto de crear, podemos dar vida a muchas otras cosas en este mundo como, por poner algunos ejemplos, ayudar a otros, cuidar de nuestro propio jardín, trasladar nuestras experiencias a otras personas, pintar un cuadro, crear tu propio negocio, regalar tu tiempo a los demás, plantar árboles, etc.
Recientemente he vivido mi propia experiencia y he tenido la oportunidad de contrastar con otras madres las suyas propias. No pretendo dar lecciones ni crear un manual de “cómo ser una buena madre”, nada más lejos de mis intenciones. Simplemente me gustaría observar esta etapa de la vida y su gran incidencia en el equilibrio de cada persona.
Si preguntas a alguna mujer que haya sido madre recientemente- y digo recientemente porque cuando vivimos tal intensidad emocional, con el tiempo tendemos a modificar dimensiones de lo que fue, magnificando o disminuyendo algunos detalles- obtendrás la explicación de esa experiencia, de esa madre. Si algo coinciden todas las madres que he preguntado, así como mi experiencia propia, es en el “enorme cambio de vida”. Yo lo describo como un gran tsunami que pasa por vida y destruye todos los edificios, todas esas estructuras mentales, creencias, actitudes, comportamientos, percepción sobre tu vida, incluso prioridades que hayas podido tener hasta ese momento. Sobre esas “ruinas” tienes que construir algo nuevo, diferente, sobre el que puedas sostener tu nueva vida. Sin duda alguna, de tu vida se trastoca, se mueve, y tienes que calibrar en qué nivel vas a volver a situar tu barra de equilibrio.
Todo empieza desde el día uno, el día en el que te enteras que estás embarazada. Tanto si es buscado como no, ese día crea un punto indisoluble en tu trayectoria vital. Si decides, o decidís, tirar adelante el embarazo, marcará claramente un antes y un después.
El embarazo es el primer estadio de ser madre, incluso podríamos discutir si no hay uno anterior en el que el embarazo está en mente, seguramente sí y podríamos marcarlo como punto 0. Habrás sentido mil veces “cada embarazo es un mundo” y realmente es así, no sólo a nivel físico - las hormonas actúan muy diferente de una mujer a otra- sino a nivel psicológico, emocional, social, el entorno…, todo tiene su influencia en el resultado de la experiencia para cada madre.
Es por ello que las comparaciones son tan perjudiciales emocionalmente. No tenemos delante de ratas de laboratorio, en el que los factores del entorno están totalmente controlado para minimizar las diferencias y así estar en condiciones de comparar resultados. Por suerte no nos encontramos en esa situación de “entorno 0”, vivimos en un mundo mucho rico de experiencias y como tal debemos respetar las opiniones y sentimientos que cada una pueda tener.
Estamos en el periodo de gestación, pues, donde ya aquí no podemos evitar proyectar, es decir, imaginarnos como va a ser cuando seamos madres, incluso como será nuestro hijo o nuestra hija, físicamente, en carácter…no podemos evitar, en la mayoría de ocasiones, realizar esa proyección hacia el futuro. Fíjate, quizás estuviste muy enfocada en el pasado o en el presente hasta ahora y de golpe, tu mente está fuertemente conectada en el futuro, en lo que vendrá, en lo que será. No en vano denominamos a esta etapa “dulce espera”. En cuanto a lo “dulce” podemos discrepar. Aquí ya empezamos a funcionar con “arquetipos”, con esa cultura común de nuestra sociedad en el que tendemos a clasificar y se supone “modelo ideal” a seguir. El arquetipo del embarazo, que en la cultura occidental se relaciona con la “madre de Dios”, se supone como un periodo maravilloso de “buena” esperanza, es el misterio de la vida, la experiencia suprema que una mujer puede tener en la vida. En este punto discrepo en tan buena y tan suprema, cada mujer tendrá su propia experiencia. Es fácil que caigamos en una trampa aquí, no todos los embarazos son tan buenos y no olvidemos que las hormonas tienen su papel protagonista y en muchos casos provocan estragos en las madres gestantes. Vómitos, malestar, acidez, pesadez, dificultades para dormir, ¿te suena alguna de estas? Y son las más leves y habituales.
En mi caso particular, no tuve un embarazo complicado, pero sí que sufrí algunos de estos síntomas. Al combinarlo con el trabajo, que en mi caso mantuve hasta las semana 37 de gestación, se me hizo muy cuesta arriba. Además mi pequeño no se animaba a salir y así aguanté hasta casi la semana 42. No suena muy “maravilloso” ¿verdad? Aún así me considero de las “afortunadas”, mira ya me he clasificado – cosa que debemos evitar hacer, pero no podemos evitarlo realmente – entonces aceptémonos tal y como nos clasifiquemos. Pero por favor, no te sientas mal o bien por ello, tan sólo siéntete tu misma.
Tampoco echo de menos la barriga de embarazada, estoy esperando a ver si ese día llega, ya que fue una de las manifestaciones que más escuché de muchas otras amigas y conocidas que pasaron por ello. Quizás algún día, hoy por hoy, estoy feliz de tener a mi hijo sano y de volver a poder agacharme, correr y atarme tranquilamente los zapatos y los pantalones.
Conozco casos de esos de “mal” embarazo. Me viene a la mente el de una buena amiga, que en particular sufrió de una rinitis del embarazo, básicamente se congestionó sin poder respirar con la nariz desde el cuarto mes y así siguió hasta que dio a luz, con el agravante que ella no podía respirar por la nariz al dormir. Vivió una experiencia bastante desagradable, con medicación que no hubiera deseado. Aún así tuvo a una niña sana y preciosa pero, por supuesto, no tuvo una experiencia de “embarazo maravilloso” Esa experiencia que para ella fue muy negativa, quizás para otra persona que no tuviera tantas dificultades para dormir respirando por la boca, hubiera sido más llevadera, aún así no creo que se acercara a la experiencia percibida como “maravillosa”.
Otros casos que conozco también tuvieron dificultades por embarazo de riesgo, ingresos por pérdidas y otros varios. Por supuesto que también he conocido casos en los que el embarazo ha sido la mejor experiencia de sus vidas y se han acercado a lo “maravilloso” de lo socialmente inculcado. Por un lado u otro, la experiencia fue vivida, interiorizada y mentalmente procesada, y fue “su experiencia”, con sus blancos, negros y escala de matices.
Y llega el “gran día”, el día más esperado, ese en el que podrás ver la cara de tu pequeño o pequeña. Porque eso sí, pequeños serán, independientemente del peso y talla – peso y talla, primera gran clasificación y fuente de comparación, ¿está bien? ¿está por encima, por debajo?. Lejos de la parte física que pueda representar dificultades por respirar por si mismo y ser autónomo fuera del vientre de la madre, e incluso en este caso, siempre estará bien, es como tu hijo fue y no es necesario dar muchas más vueltas al asunto.
Dejadme volver a lo del gran y esperado día. Está claro que el fin sitúa a los medios en un segundo plano. En mi mente me imaginé como iba a ser el día del parto y por supuesto, quedó en mi mente y muy diferente a la realidad que viví. Quizás me imaginé partes más complicadas y otras no tanto. Las contracciones, que durante el embarazo nos preguntamos tantas veces, ¿sabré darme cuenta cuando son realmente de parto? Nada más lejos de la realidad, no sólo te das cuenta sino que las sufres en tus entrañas. En mi caso particular, casi me desmayo del dolor tan intenso durante tantas continuadas. Una contracción intensa, cada dos minutos, de esas que te dejan sin respiración y, cuando te empiezas a recuperar, viene otra, y otra…, así 10 minutos, 1 hora, 2 horas, 3 horas sin parar…¿eso se puede aguantar? Por mi cabeza pasó de todo, toda clase de emociones, incluso indignación de que nadie me avisara de que esto era tan duro, ¡pero tanto! Entonces entendí por qué muchas personas me desearon “que sea una horita corta”. Pues milagrosamente aguanté, y aquí si que utilizo los milagros, al menos en mi misma, sacas fuerzas de no sabes dónde, pero aguantas. Aún así, decidí no aguantar gratuitamente, para mi eso no era importante – entiendo que otras personas quieran vivirlo desde la intensidad natural – pero decidí pedir la anestesia epidural cuando ya estaba dilatada de 8 centímetros. Todo fue bien después y pude disfrutar del nacimiento de mi hijo, sin dolor, ni en mi cara ni en la de mi marido, que sufrió lo suyo y llevaba su propio agotamiento.
El momento de verle la cara, eso sí que es difícil de explicar con palabras, es algo que si vives ya sabes lo que es, si no lo has vivido lo has podido ver en películas. Hay algunos elementos alrededor que pueden disminuir el “glamour” de la situación, como la sangre, las incómodas posiciones de la madre, la grasa del nacimiento del bebé, el cordón umbilical todavía colgando…, todo lo que sea, pero ese momento ese sí que puedo identificarlo cerca de lo “maravilloso” y nada ni nadie lo puede enturbiar, ese momento íntimo, entre tu, ese nuevo ser, tu pareja…, no existe ni el espacio, ni el tiempo. Todo se para y se reproduce como una película para ti. Pierdes la noción del tiempo, no sabes si ha pasado un minuto, una hora, diez, ¡qué más da! Eso sí que vale la pena. Vuelvo al punto de la experiencia personal, seguro que tú que lees esto has tenido una experiencia muy diferente ¿verdad? O conoces algunas personas que han tenido otra experiencia, eso es así. No está bien o está mal, no hay que sentirse culpable porque tuviste una vivencia diferente, es la tuya y por eso nadie la puede entender más que tú.
A partir de este momento todo se precipita, el tiempo que era más o menos moderado o incluso se paró en alguno de estos momentos de máxima vivencia, ahora pasa voraz y fugaz. Días y noches sin dormir, como nunca antes hubieras imaginado. Visitas, tú recuperándote del maratón que has recorrido física, hormonal y emocionalmente, esa pequeña criatura que depende casi por completo de ti. Aquí ya empiezas a ser consciente del gran cambio y la experiencia de “ser madre”.
La maternidad como tal es un gran arquetipo, como he comentado antes ese “ideal social” del espacio común universal y también muy conectado con la cultura específica. En general, existe una serie de creencias sobre la maternidad muy arraigadas en cada sociedad: la protectora, la sustentadora, el alma espiritual, incluso lo secreto, lo escondido. La categorización es fácil. Que nos clasifiquen en el grupo de las “malas o buenas madres” es un pasatiempo muy común en nuestra sociedad y también algo por el que muchas nos pre-ocupamos (sí, no es un error ortográfico, tenemos que ser conscientes en las ocasiones que nos ocupamos y pensamos en cosas antes de que sean necesarias o sin serlo necesariamente).
El puerperio - quizás opinión personal, la primer vez que escuché este nombre me pareció de lo más horrible para categorizar el periodo de recuperación “completa” del aparato reproductor después del parto- suele durar entre cinco y seis semanas. Coincide con lo que llamamos popularmente “la cuarentena” o aproximados cuarenta días. Aquí la subida y bajada de algunas hormonas propias del periodo son de gran intensidad. Las emociones y pensamientos van en la misma línea. Es por ello que el entorno y el papel de la pareja juega un papel esencial en minimizar este vaivén hormonal-psico-emocional.
Entiendo perfectamente la sensación de que todo te supera, la montaña rusa emocional del cambio que se acaba de implementar en tu vida, incluso la temida depresión post-parto. No se sabe muy bien cómo, pero es similar a un tornado que te engulle y del que es difícil salir. Todo esto unido a la felicidad de tener a tu hijo/a y, anecdóticamente, te hace sentir aún peor si alguno de los aspectos negativos de la situación están ganando terreno.
Si el entorno colabora y ayuda, estos síntomas se minimizan, te focalizas en lo positivo y este periodo pasa sin más. En otras situaciones, ya dificultadas por la parte física, emocional de la madre, puede hacerse más complicado, alargarse en el tiempo o incluso requerir de ayuda psicológica. En mi caso, iba muy concienciada para este periodo. Como psicóloga conocía la teoría de los cambios hormonales y psicológicos, me había informado bien de los cambios físicos y sus implicaciones. Aún así,tengo que admitir que el primer mes fue muy duro, unido a las dificultades que podemos tener las madres primerizas como la iniciación de la lactancia, las dificultades de mi hijo para dormir, en fin, nada que haya inventado yo ahora.
Hay que tener mucho tacto, eso sí, en cómo nos dirigimos a las recientes madres. Dar consejos sin haber sido solicitados pueden hacer más mal que bien. Frases como “te voy a eseñar como se hace”, “así no lo hagas”, “puede ser que no tengas la leche el niño necesita”, por mucho que sean dichas desde el amor y el cariño, sientan como una gran punzada en el corazón de la nueva madre. Evitar-evitar-evitar, dejar vivir la vida de los demás y sólo estar al lado de la pesona, para lo que necesite. Pongámonos en su situación, si alguna vez vivimos la experiencia debería ser más obvio, pero lo único que es obvio es que se olvidó esa experiencia y volvemos a recrear papeles que socialmente se “espera de nosotros”, ¿cómo no si tenemos la experiencia? Espero que ahora que lo tenga claro, lo siga teniendo dentro de veinte o treina años.
Hasta ahora he hablado mucho de la madre. No podemos olvidar que la madre ya no es un ser individual, en especial emocionalmente hablando, sino que se encuentra de alguna manera fusionada madre-bebé. Siendo dos seres individuales, se crea un vínculo tal que podríamos decir que es un solo ser, en especial durante los primeros meses de vida. A medida que el bebé va creciendo y ganando autonomía, ese vínculo va disminuyendo. Es lo que llamamos el apego madre-hijo. Un apego saludable es aquel en el que la madre brinda la ayuda que necesita su hijo, alimentándolo, cuidándolo, protegiéndolo. Con el tiempo es fácil seguir proyectando el mismo patrón y esperar que nuestro hijo o hija responda igual, pero claramente la evolución de los pequeños es exponencial. Sólo pensar que en 12 meses pasan de ser totalmente dependientes a caminar por si solos, nos da una lección de cómo la naturaleza actúa a pesar de que nos esforcemos en seguir tratando a nuestros hijos como un bebé.
Por otro lado, dependiendo los factores que ese pequeño o pequeña herede en cuanto a su propio temperamento o experimente durante en su vivencia, ese apego estará más o menos marcado y alargar el hilo conductor a su madre será más o menos fácil. Adicionalmente, la proyección que hacemos sobre ellos, es decir, esas expectativas que ponemos sobre ellos, en muchas ocasiones están más alineadas con nuestros deseos o frustraciones más que en dejarles vivir su propia vida. Podemos pensar que aún es pronto, que todavía “no se enteran” pero la realidad es que son una esponja de absorber lo que hay a su alrededor. ¿Sabías que aproximadamente a los dos años de edad es cuando más neuronas alberga nuestro cerebro y a partir de ahí, se van muriendo y especializando? Este dato nos da una idea de cuánto y cuán rápido procesan información y básicamente “aprenden”- aquí la plasticidad y facilidad de cambiar de nuestro cerebro- todo lo que van viviendo, observando y experimentando. Paradójicamente los recuerdos del consciente, propiamente dicho de lo que nos acordamos, se inicia más tarde. Aún esa marca inicial es como una huella dactilar: propia, única e intransferible de cada persona.
Aquí podríamos escribir varios capítulos e incluso libros, pero como comenté al inicio, no es mi intención ser una guía de cómo educar a tu hijo o hija, yo misma debo vivir mi experiencia igual que tu tienes que vivir la tuya. Si necesitas libros o teorías, el mercado está lleno. Mi única recomendación es que busques la guía que busques, lo tomes siempre como una referencia. Sigue tu instinto y tu corazón, ¿qué te dice en cada momento? Esa es tu contestación y sabes que lo harás como tu sabes, desde el amor y el cariño. No hay más que decir ahí. Como dice la filosofía budista la intención es lo importante “¿tu intención fue buena? ¿Está hecha desde el amor y la comprensión? Entonces obraste bien”. Si el resultado no es el esperado, no te sientas mal, tu intención fue positiva.